Lo que hace que algunas comedias románticas triunfen dentro del género y otras no, probablemente siempre tiene que ver con el porcentaje repartido en ellas entre el romance y la comedia. Si a estos dos ingredientes se les añade un tercero, la cosa se empieza a complicar y es fácil caer en el salto de género. Los miércoles no existen es una comedia romántica con un mayor peso de romance que de comedia, pero bastante bien equilibrada gracias a un tercer ingrediente: la música.
Esta película es la adaptación de la obra de teatro homónima, y en su paso a la gran pantalla aún se intuyen rasgos relevantes del teatro musical como los diálogos, que en escena pueden resultar de lo más normal, pero al pasarlos a la pantalla se quedan flojos y superficiales. Pasa igual con algunos personajes, claramente diseñados para teatro, que en el cine pierden parte de su esencia y mucha profundidad. A pesar de ello, Peris Romano ha sabido contar bastante bien sus historias pese a que los saltos temporales eran complicados de seguir cuando apenas se hacen cambios en la producción y en los escenarios.
Las historias, dotadas de una gran dosis de realidad, resultan divertidas y emocionales, algo de lo que es directamente culpable la música, que ocupa un papel muy importante en la película, perfectamente integrada y sin hacer demasiados excesos.